Sección de Investigación y Desarrollo en Prevención y Envejecimiento Activo en la Dependencia

Calidad de vida y soledad en las personas mayores: mitos y realidades

Estudio

Dra. Ramona Rubio Herrera. Catedrática Universidad de Granada. rrubioh@ugr.es

Dr. José Luis Cabezas Casado. Profesor Universidad de Granada jcabezas@ugr.es

 

“Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Sólo a través de nuestro amor y amistad podemos crear la ilusión por un momento que no estamos solos” ORSON WELLES

 

  • La calidad de vida personal no depende de que la persona sea más extrovertida, o más introvertida, porque lo que hace feliz a cada persona es distinto
  • Hay que distinguir entre aislamiento y desolación: entre la situación de encontrarse sin compañía y la conciencia de deseo de la misma
  • Las horas que dan calidad de vida, no son las de soledad, ni las horas de compañía, son las horas en las horas que el sujeto se siente feliz 

 

Introducción

 

La Soledad es posiblemente uno de los temas que mayor interés despierta en todas las etapas del ciclo vital, y especialmente entre personas mayores. Seguramente por cuantas connotaciones físicas, psicológicas, y sociales conlleva, y por su repercusión en la felicidad de la persona. Pero la temática tiene muchos matices.

 

Texto que aparecerá cuando hagamos click y se amplíe

Podríamos comenzar preguntándonos: ¿La Soledad puede contribuir a la mejora de la calidad de vida en los mayores, o por el contrario es una variable de riesgo? La respuesta es compleja y está condicionada a una serie de variables que iremos analizando a continuación.

 

Debemos precisar en primer lugar que la calidad de vida es un concepto multidimensional que incluye aspectos objetivos y subjetivos, que abarcan la salud, la economía, los servicios, etc., un concepto definido por la O.M.S. (2005) como: “La percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes”. Se trata pues de un concepto que está vinculado a la salud física del sujeto, a su estado psicológico, a su nivel de independencia, a sus relaciones sociales, así como su relación con el entorno.

 

De este complejo concepto multidimensional nosotros vamos a centrarnos en un aspecto concreto: en la importancia de la implicación social del sujeto mayor en su calidad de vida y su relación con la soledad. Si admitimos la implicación social como un claro componente de la calidad de vida las preguntas que nos surgen son:

 

  1. ¿Soledad e implicación social son dos caminos opuestos?, en el sentido de que las horas dedicadas a las relaciones sociales son horas que restamos a la Soledad y viceversa?
  2. Si la Soledad resta horas de implicación social ¿Disminuye con ella la calidad de vida en los mayores?
  3. ¿Puede tener el sujeto calidad de vida en Soledad, sin implicación social?
  4. ¿La implicación social o la Soledad es una libre elección o hay condicionantes que llevan a esos estilos de vida?

 

Vamos a tratar de dar respuesta a estas cuatro cuestiones. En primer lugar nos encontramos con que numerosos autores defienden que la implicación social del mayor es una variable importante para alcanzar la calidad de vida en estas etapas y de hecho en esa línea van muchos programas de intervención potenciando como un elemento importante del envejecimiento activo la interacción social.

 

Pero comencemos viendo cómo es este concepto en el escenario de nuestra sociedad española.

 

Realidad y cambios en la población mayor española

 

Hemos hablado de calidad de vida y soledad, pero sin contextualizamos la realidad de los mayores en España sólo a través de unas cuantas pinceladas podemos decir:

  • Cuantitativamente en Noviembre 2011 había 8.116.347 personas mayores en España, el 17,3% sobre el total de la población (46.815.916), según datos INE, que proyecta para el 2051 más de 15 millones de personas de edad mayor o igual a 65 años (36,5%) de la población total.
  • La realidad es que se ha observado en los últimos años un incremento de los hogares unipersonales en personas mayores de 65 años, 429.700 varones y 1.279.485 mujeres en el 2011, estadísticas importantes, aun siendo inferiores a las de otros países europeos. Está claro que la mortalidad de uno de los cónyuges aumenta el número de hogares unipersonales o multigeneracionales. Y los hombres en un 48% buscan pareja, mientras que el porcentaje de mujeres que viven solas es mayor, así 3 de cada 4 mayores que viven solos son mujeres.

 

¿Esta nueva situación de hogares unipersonales genera más soledad? Para responder a ello habría que diferenciar la tipología de soledad.

 

Diferente es vivir solo que sentirse solo. Cuando la soledad es amargura es tristeza, falta de ganas de vivir, y su superación no es necesariamente un problema de compañía, aunque esta pueda ayudar, en el fondo el problema es una readaptación o superación personal, es una adecuación de las expectativas con la realidad.

 

Las mujeres mayores presentan más riesgo estadísticamente hablando de soledad que permanecerá en el tiempo, frente a los varones en los que no ocurrirá en tanta proporción. Debido a un proceso familiar y demográfico (nido vacío, viudez) se produce la situación de vivir en soledad, que generalmente es una experiencia no voluntaria ni tampoco buscada, a diferencia de lo que sucede con los hogares unipersonales en otros grupos de edad. Estos índices que evidencian la existencia de alta proporción de personas mayores que viven solas, está generando una mayor presión sobre los servicios formales comunitarios o de mercado cuando aparece la dependencia. La soledad también es un importante factor para padecer o agravar determinadas enfermedades y sufrir aislamiento social, estando muy vinculada a los estilos de vida, Rubio (2009).

 

Para López Doblas (2004) hay que hacer una clara distinción entre soledad y aislamiento. Según este autor, al aislamiento se llega por diferentes factores que dependen de variables como el comportamiento, tanto de los mayores, que pueden preferirlo a pagar el precio de la relación, como de las familias, que pueden delegar el cuidado a los Servicios Sociales; factores sociales, que llevan al aislamiento por la imagen de la vejez como etapa improductiva y desvalorizada; factores espaciales, siendo un fenómeno preponderantemente urbano; factores psicológicos, (especialmente por el “Síndrome de Diógenes” como ejemplo) o actitud de algunas personas mayores que les lleva a aislarse voluntariamente y abandonarse en los autocuidados y finalmente por factores de salud, que generan dependencia, discapacidades y miedo a salir del domicilio.

 

En síntesis, los distintos aspectos de la soledad pueden generar en los mayores una situación de vulnerabilidad y marginación y posible exclusión de un numeroso colectivo de personas que difícilmente se expresaran y exigirán la satisfacción de sus necesidades debido a la inestabilidad en la que se encuentran. Los mayores que se sienten solos no provocan una alteración social como podrían provocarla otros grupos porque no tienen ni siquiera las suficientes fuerzas como para exigir sus derechos.

 

Calidad de vida y Soledad

 

Son numerosas las investigaciones que confirman que las relaciones sociales son importantes a lo largo del ciclo vital para que el ser humano alcance en parte el bienestar psíquico, tal como lo demuestran los estudios de Ryan y Deci (2001) existe en el ser humano una necesidad de relacionarnos con el mundo que nos rodea, lo que en la teoría de Baumeister y Leary (1995) y otros autores es entendida como necesidad intrínseca de afiliación. Cuando logramos involucrarnos en un contexto social se generan sentimientos de satisfacción, de sentirnos valiosos, de sentirnos necesitados o en términos de Bowlby (1969), de sentirnos queridos, y esa necesidad de apego va de la cuna a la tumba.

 

Negociado de Envejecimiento Activo y vida Saludable de la Diputacion de AlmeriaEsa necesidad de implicación social, de afecto, o de sentirnos protegidos es algo que cobra especial importancia en los mayores con el aumento de fragilidad física, psíquica y social que se va generando con la edad. En esa línea esas relaciones actuarían como amortiguadores de eventos adversos, vinculados a enfermedades, a la economía, a la ausencia de seres queridos, que va aumentando con la edad. Desde esta dimensión las relaciones sociales ejercen gran importancia en la calidad de vida demuestran como las redes sociales favorecen el mantenimiento de la independencia funcional Otero y col. (2006), incluso hay autores que consideran que la participación social de alguna manera predice el estado de ánimo, el funcionamiento cognitivo y la propia salud - Bux y col. (2004), Gody-Izquierdo y col. (2013)-.

 

También destacar la importancia de la familia, posiblemente la infancia y las últimas etapas sean las que más profunda huella ejercen, y en las que más se necesita este apoyo. La familia puede ser vista como un capital social en la medida que puede dar apoyo físico, emocional, etc., Ajrouch (2008), tanto que para algunos autores el apoyo que aporta la familia lo consideran como un índice de predicción de la satisfacción vital, un factor que puede retrasar la institucionalización, la dependencia , etc. Kim y Sok (2012). Incluso para muchos mayores ese apoyo familiar es visto como la recompensa o compromiso al apoyo que ellos dieron cuando otros eran pequeños, un mecanismo de compensación denominado norma de reciprocidad. Pinazo (2006). En un estudio realizado por Yunong (2012) las relaciones con los hijos, el tamaño de red de apoyo familiar, la satisfacción con el apoyo de la familia recibido y la discrepancia filial explican hasta el 36% de la varianza en la satisfacción con la vida en los mayores chinos. La importancia de la denominada solidaridad intergeneracional.

 

Pero el logro de esas relaciones sociales va ligado a factores externos y a rasgos personales, y entre estos últimos, hay un rasgo de personalidad muy importante que favorece esas relaciones, y es la extraversión, ya que predispone hacia esa necesidad de involucrarse socialmente, tal como afirman Ashton, Lee y Paunonen (2002), Ashton y Lee (2001).

 

Esos rasgos de extraversión establecerían un circuito circular en el sentido de que las personas extrovertidas se sienten bien socialmente Lucas y col. (2000), y eso les lleva a invertir más tiempo y energía en esas circunstancias, Ashton y col. (2002), creando situaciones sociales positivas, Eaton y Funder (2003), en esa línea, la extraversión puede ser considerada como una herramienta potencial asociada a una mayor probabilidad de crear redes sociales tanto a nivel familiar como fuera de ella. Los interesantes estudios de Long y Martin (2000) demuestran por ejemplo, que los extrovertidos al estar más implicados en redes sociales, dedican más tiempo a actividades sociales y por otra parte generan redes de apoyo social lo hace que tengan potencialmente más calidad de vida porque esas relaciones pueden ser especialmente gratificantes, Smillie (2013). Cada red social es una nueva posibilidad de hablar de sus problemas, de compartir experiencias, de relativizar sus problemas, de generar nuevas estrategias de afrontamiento.

 

Además como demuestran muchas investigaciones los extrovertidos consiguen establecer y mantener interacciones sociales, y las respuestas positivas de las personas con las que interactúan refuerzan generando esa conducta circular que pueden potenciar el que esas redes sean cada vez más amplias, y además algo importante: crear más redes sociales es potenciar las posibilidades de recibir más apoyos, algo muy importante en las personas de edad, Bolger y Eckenrode ( 1991), Lewis, Baltes, Posthuma y Polderman, Long y Martin (2000).

 

Podríamos preguntarnos igualmente ¿qué ocurre cuando uno de los rasgos de personalidad es la introversión?

 

Fotografia de Juan Manuel Serrano Becerra

Algunos autores dicen que aproximadamente un 40% de los seres humanos son marcadamente introvertidos mientras que casi un 40% son extrovertidos y un aproximadamente 20% de personas características intermedias. Cain S. (2012). Según este autor nuestra sociedad tiende a potenciar la extroversión ya desde las guarderías, o en la sociedad, o en los mismos mayores, cuando uno de los lemas del paradigma del envejecimiento activo es potenciar la participación social.

 

Es necesario no infravalorar la introversión, sino más bien entenderla como un rasgo importante que puede llevar a otro tipo de conducta, tales como mayor capacidad de concentración, mayor creatividad, mayor capacidad de reflexión y planificación de sus acciones. Ambos rasgos, introversión y extraversión pueden llevar a la Soledad pero:

 

  • La Soledad del extrovertido puede ir más asociada a pérdidas.
  • Y la Soledad del introvertido, asociada a falta de sentido de las personas y de la vida.
  • Y hay un tercer tipo de Soledad, no generada por ninguna de las dos circunstancias citadas, sino por la propia sociedad cuando el sujeto no se ajusta a los estereotipos esperados.

 

Soledad e introversión son dos componentes muy frecuentes para generar creatividad, la reflexión, la contemplación, cierto aislamiento típico que favorece esa dimensión. Cain S. (2012) defiende en estos casos que “la soledad es un catalizador de la innovación”.

 

Las personas introvertidas pero con suficiente autoestima tienden más a buscar la soledad y saben disfrutar mayormente de ella. Suelen mostrarse más tranquilas, disfrutan más con su riqueza interior, no les agrada verse rodeados de mucha gente o contactos sociales o al menos no dependen de ello. Estar solos le sienta bien, disfrutan con su propia compañía, cargan ahí su energía, al contrario que los extrovertidos que necesitan del exterior esa energía.

 

En síntesis la soledad en muchas personas introvertidas no es necesariamente un factor de riesgo, porque la soledad es buscada, es vista como positiva y de ella salen cuando lo desean. Lo cual nos llevaría a pensar que la calidad de vida personal no depende de que la persona sea más extrovertida, o más introvertida, porque lo que hace feliz a cada persona es distinto, esa calidad de vida a nivel individual depende más de que la persona se acepte a sí misma, que valore lo que tiene y que sepa lo que quiere. Es por eso que encontraremos personas que necesitan estar en constante contacto con otros, estar activos, tener emociones fuertes, mientras que otros por el contrario son más felices con actividades tranquilas, con vivir intensamente su propio mundo, su creatividad.

 

La hipótesis que defendemos para lograr la calidad de vida, no está en la aceptación o rechazo de la soledad, sino en la necesidad de adaptar las estrategias de afrontamiento para hacer frente a los cambios, y evidentemente esas estrategias serán diferentes, entre distintos tipos de personalidad, entre ellos la introversión y extroversión que hemos analizado y a la vez por otra serie de variables intraindividuales y contextuales.

 

Cuando hablamos de cambios en el envejecimiento nos referimos por ejemplo, a cambios físicos, asociados a la variabilidad intra e interindividual que se van a ir generando una serie de limitaciones físicas, económicos, cambios en el contexto ambiental, cambios en las redes sociales por el alejamiento a veces de los jóvenes, por la muerte de seres queridos, etc.

 

Respuesta a interrogantes

 

Si volvemos, a modo de síntesis, a dar respuesta a los cuatro interrogantes que formulamos inicialmente podemos concluir que:

 

  1. ¿Soledad e implicación social son dos caminos opuestos?, en el sentido de que las horas dedicadas a las relaciones sociales son horas que quitamos a la soledad y viceversa?

 

Requeriría en primer lugar preguntarnos qué entendemos por Soledad. Si hacemos un breve repaso de las definiciones el diccionario de la Lengua Española la define como “carencia de compañía, pesar y melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguna persona o cosa”.

En un estudio realizado por la Universidad de Granada (Rubio y Aleixandre, 2001), los españoles la definen como:

 

Ausencia de personas

Angustia

Sufrimiento

Insatisfacción

No tener a quien acudir

Miedo

 

Encontramos pues dos claros enfoques de la soledad:

 

  • Ausencia de personas y no tener a quien acudir que es claramente una personalidad que busca a otra, que busca apoyo.
  • Sufrimiento, angustia, insatisfacción o el miedo puede derivar de distintas causas.

 

También la Soledad puede en algunos casos ser simplemente tristeza sin causas aparentes, a lo que hace referencia por ejemplo el término “saudade”. Así la experiencia de soledad no deseada produce sufrimiento, desolación, insatisfacción, angustia, etc., si bien se puede distinguir entre aislamiento y desolación, es decir, entre la situación de encontrarse sin compañía y la conciencia de deseo de la misma, de añorar personas o situaciones (Rubio, 2007). Vemos pues, que la soledad puede ser definida de diversas formas, pero en principio, la soledad cuando no es deseada puede generar un malestar emocional que surge cuando una persona se siente incomprendida o rechazada por otros o carece de compañía para las actividades deseadas, tanto físicas como intelectuales o para lograr intimidad emocional. Pero también la soledad puede tener su vertiente positiva, cuando es buscada, cuando el sujeto se encuentra bien con ella.

 

Por tanto la respuesta a ese interrogante consideramos que no necesariamente son dos caminos opuestos. Serian opuestos cuando son impuestos y no aceptados por el sujeto, es decir, hay personas que les agrada su espacio personal, leer, pasear, crear, etc. Y es una soledad buscada y pueden salir de ella en el momento que lo deseen, aunque por determinados rasgos personales se sientan más cómodos así. Por el contrario la implicación social no necesariamente supone calidad de vida, hay gente que no sabe vivir consigo mismo y busca constantemente el apoyo de otros, dedica muchas horas a estar con otros, sin que necesariamente eso le suponga felicidad.

 

 

Fotografia de Juan Jose Jimenez (JJJimenez)

  1. ¿La soledad resta horas de implicación social, disminuye con ello la calidad de vida en las personas mayores?

 

Las horas que dan calidad de vida, no son las de soledad, ni las horas de compañía, son las horas en las horas que el sujeto se siente feliz. El problema no es en sí, las horas que pasa en soledad, más que de cantidad es una cuestión de “calidad”. Por ejemplo una persona mayor puede pasar muchas horas en soledad pero media hora con otras personas significativas le puede compensar más que pasar todo un día entero en compañía.

 

  1.  ¿Puede tener el sujeto calidad de vida en soledad, sin implicación social?

 

Sin duda, la calidad de vida es ante todo estar en equilibrio consigo mismo, y no hay un lugar común para todos los humanos. Aquí es muy importante tener en cuenta todo el proceso de variabilidad intraindividual en el individuo a lo largo del ciclo vital, y la variabilidad interindividual generada por cada contexto, por cada momento histórico, y por las distintas formas de percibir la realidad, etc.

 

  1. ¿La implicación social o la soledad es una libre elección o hay condicionantes que llevan a esos estilos de vida?

 

En este sentido podemos decir que hay condicionantes intrínsecos, como son determinados rasgos de personalidad entre los que hemos citado la introversión o extroversión, y también condicionantes externos motivados por experiencias pasadas, por cambios en el contexto ambiental, que puede facilitar o no la implicación social, aunque la última palabra está en el sujeto, pero solo podrá darla cuando tenga una estrategia adecuada de afrontamiento al constante devenir de la vida, porque como decía Heráclito: “Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña".

 

 

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